LA PARÁBOLA DEL PERRITO. Y EL PRO
Imaginemos que vas caminando con tu pequeña hija de la mano por una vereda, una mañana soleada, y de pronto, a mitad de cuadra, ves un perro chico, comúnmente conocido como “cuzquito”, que tiene el pelo del lomo erizado, mostrando sus dientes, en clara señal de amenaza.
¿Qué haces? ¿Continúas caminando hacia el perro, intentando ignorarlo? ¿Cruzas la calle y continúas por la vereda de enfrente?
Seguramente tomas la segunda decisión, más sensata: ¿para que voy a probar si ese perrito nos ataca o no, si lo puedo evitar?
Misma situación. Vas caminando por la vereda un día soleado, y a mitad de cuadra ves un cuzquito con las patitas embarradas que, apenas te ve, comienza a dar saltitos moviendo su cola. Inmediatamente pensás: ese perrito nos va a manchar la ropa.
¿Qué haces? ¿Cruzas la calle y vas por la vereda de enfrente? ¿Te paras frente al perrito, y le gritas?: Shhhhh! ¡CUCHA!
Probablemente tomas la segunda decisión.
En ambas situaciones el perro es el mismo.
Lo que cambia es la actitud.
La clave está en que no siempre es lo mismo lo que enfrentamos, sino cómo se presenta. Nuestra reacción dependerá de la actitud que percibimos, no solo del hecho en sí.
Y a qué viene esta parábola con el PRO?
El comportamiento de la dirigencia del PRO, claramente, se asemeja mucho a la segunda situación: lo que la gente percibe, es a un grupo de dirigentes, echados de espaldas, con sus patitas recogidas, suplicando por un hueso y compitiendo entre ellos, por ser quien más ladra: “la culpa es del kirchnerismo, del albertismo, del massismo… de los últimos 20 años…» Es lo único que sale de sus bocas.
Esa dirigencia entregó sus ideales, resignó su representatividad ante la gente que confió en ellos, por “obtener una recompensa” del nuevo amo al que aceptó dócilmente, a la espera que éste lo adopte.
Lo que esta dirigencia comienza a percibir, es que ese nuevo amo desprecia a los “cuzquitos” dóciles; no se cansa de decir que ama los perros con personalidad, a sus fieles mastines napolitanos…